12 de julio de 2010
W.E. UN AMOR REAL: Eduardo VIII y Wallis Simpson
La muerte del rey Jorge V, si bien no fue algo tan inesperado, precipitó la dramática serie de acontecimientos que llevaría a su hijo y heredero, Eduardo Príncipe de Gales a subir y bajarse del trono de Gran Bretaña en el lapso de escasos 12 meses. (Jorge V muere en enero… Eduardo VIII abdica en diciembre…) ¿el año?… 1936… ése fue el verdadero “annus horribilis” para la monarquía del Reino Unido…
Más reacciones en cadena :
ERNEST: A diferencia de lo que es habitual en estos casos, el marido no fue el último en enterarse; al contrario, el tenía como amante a su eficiente y pulposa secretaria y, suculento acuerdo económico mediante, estuvo más que dispuesto a facilitar las cosas para que Wallis quedara “disponible” (en Inglaterra, en esos años, no existía la “incompatibilidad de caracteres” como causal de divorcio, así que no quedaba otra que recurrir a uno de los motivos clásicos: la infidelidad… por parte de el, claro; el otro motivo habitual era la violencia, y eso ya hubiera sido el colmo del cinismo). En consecuencia, se escenificó una cita en un hotelucho cercano a Londres entre Ernest y su secretaria, mientras que detectivescos y oportunos fotógrafos captaban el momento justo en que los últimos de los amantes ardientes se prodigaban todo tipo de lascivas afectuosidades en el lecho.
WALLIS: Al hacerse público el pedido de divorcio introducido por Wallis, la prensa enloqueció y literalmente sitiaron el hogar de la asustada mujer. Los periodistas no eran tontos y se veían venir que todo ese asunto tenía mucho que ver con un futuro casamiento entre el rey y la norteamericana, ahora doblemente divorciada!!! El acoso, no solo de la prensa sino del público en general, fue constante e intenso y estuvo plagado de artículos fantasiosos (rozando lo difamatorio), anónimos amenazadores, cartas insultantes y gran cantidad de notas que expresaban sin atenuantes, todo el espanto popular que despertaba el objeto de amor del nuevo monarca. La ahora ex-señora Simpson no pudo soportarlo y pidió ayuda a unos amigos norteamericanos, quienes gentilmente accedieron a recibirla en el “chateau” que poseían en la costa azul francesa (nunca una prefabricada en Punta Indio)… Hacia allí entonces partió la Wallis , dejando al Eduardo sumido en un mar de confusión, de desesperación y sobre todo, de intensa furia hacia quienes el consideraba que le estaban impidiendo ser feliz junto a la mujer que amaba…